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Retraso Inicial del Lenguaje y Autismo: similitudes y diferencias

El diagnóstico diferencial entre RIL y TEA es una de las dificultades que se presenta con mayor frecuencia. Para poder tener los elementos que ayuden a diferenciarlos con mayor nitidez es importante definir brevemente ambos conceptos, sus similitudes y sus diferencias.

Introducción

Dos temas que se han convertido en foco de atención en las últimas décadas son sin duda el Retraso Inicial del Lenguaje (RIL) o Late Talkers, como se conoce en la literatura inglesa, y el Trastorno del Espectro Autista (TEA). Una de las razones es el avance en las técnicas de detección y evaluación en ambas condiciones, que ha mejorado mucho en años recientes, por lo tanto, los especialistas de la salud infantil disponen de mayor evidencia científica y herramientas que les permiten la identificación oportuna, así como la intervención acorde a las características de cada caso en particular.

 

El diagnóstico diferencial entre RIL y TEA es una de las dificultades que se presenta con mayor frecuencia en este periodo de edad. Para poder tener los elementos que ayuden a diferenciarlos con mayor nitidez es importante definir brevemente ambos conceptos, sus similitudes y sus diferencias. Es necesario tener en cuenta que existen puntos de vista muy variados sobre las evaluaciones a temprana edad, tanto del lenguaje como del autismo, sin embargo, los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de documentarse acerca de las prácticas basadas en evidencia y tomar decisiones según lo indican los hallazgos de las investigaciones recientes. 

 

Desarrollo

El Retraso Inicial del Lenguaje (RIL) se caracteriza por una aparición tardía de los hitos (marcadores) del lenguaje esperados para la edad y no está asociado a ninguna otra condición del neurodesarrollo (ASHA, 2020). El consenso general ubica este retraso entre los 18-36 meses. Los niños identificados con RIL tienen un desarrollo muy similar a los niños que no lo presentan, algunas diferencias reportadas son puntuaciones más bajas en habilidades de atención conjunta, menor o ausencia de balbuceo, aparición tardía de palabras, menor número de palabras en su vocabulario expresivo y no combinación de frases (Jackson-Maldonado, 2004). El criterio general aceptado para identificarlo a la edad de 24 meses es que un niño tenga un vocabulario menor a 50 palabras inteligibles y/o no combina palabras, debe existir preocupación por parte de los padres o cuidadores acerca del desarrollo del lenguaje del menor.

Investigaciones han estimado que entre un 10%-20% de niños de dos años tienen este retraso (Reily et al, 2018). Algunos estudios han señalado la existencia de dos grupos de niños con RIL (Desmarais, Sylvestre, Meyer, Bairati y Rouleau, 2010), el primer grupo uno corresponde exclusivamente a los niños cuyas dificultades de lenguaje no están asociadas a ninguna otra condición (conocidos también como Late Talkers, Hablantes Tardíos, niños con Emergencia Tardía del Lenguaje o niños con Inicio Tardío del Lenguaje). El segundo grupo corresponde a los niños que tienen también un retraso de lenguaje, pero se debe a otra condición, por ejemplo; discapacidad auditiva, discapacidad intelectual, TEA, entre otros.

 

En el caso del TEA, suele definirse como un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por deficiencias en la comunicación y la interacción social, y se puede acompañar por patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos y repetitivos (DSM-5, 2014). Se han estimado porcentajes de prevalencia variados, según el país, en México 1 en 125 (Fombonne et al, 2016), en Estados Unidos 1 en 54 (Centers for Disease Control and Prevention, 2020) y en Europa 1 en 100 (Autismo Europa, 2015). El TEA es un diagnóstico de por vida que varía según el grado de afectación, las características personales y la intervención.

 

Anteriormente, se diferencia el autismo de otras condiciones que se encontraban dentro del mismo grupo de trastornos generalizados del desarrollo (síndrome de Asperger, trastorno desintegrativo infantil, síndrome de Rett y trastorno generalizado del desarrollo no especificado). Actualmente, se utiliza solo el término Trastorno del Espectro Autista, siendo esto no bien recibido por algunos sectores de la población. Su diagnóstico requiere de un especialista de la salud capacitado para ello, en ciertos países no está claramente establecido quién es el profesional más idóneo para realizar este diagnóstico, aunque generalmente se recomienda realizar la evaluación por un equipo multidisciplinario.

 

Luego de estas breves descripciones se observa que el TIL y el TEA comparten varias características, iniciando con el periodo de edad, actualmente se considera que el autismo puede ser identificado a partir de los 18-24 meses por un especialista con amplia experiencia (Autism Navitagor, 2021) y el RIL puede detectarse tan temprano como los 18 meses. Esto se fundamenta en la evidencia científica que ha demostrado la importancia de la detección en los niños desde los primeros años para poder acceder y beneficiarse de los servicios disponibles para ellos. El siguiente punto se refiere a las características que comparten ambas condiciones y que pueden llegar a ser motivo de confusión, por fortuna también se han encontrado algunas que ayudarán a diferenciarlos.

Los resultados de estudios realizados por Wetherby et al (2004) y Paul, Chawarska, y Volkmar (2008) contribuyeron a la identificación de aspectos claves que pueden ayudar a diferenciar ambas condiciones, dentro del proceso de evaluación, que como se ha mencionado es un proceso muy específico que requiere de personal de la salud calificado y certificado para realizarla. Con este último punto se puede garantizar en gran medida la confiabilidad y validez de los resultados.

 

Como similitudes, es decir, características que se han observado tanto en niños con RIL como en niños con TEA tenemos:

Dificultades para el manejo de la mirada para regular la interacción.

Dificultad para compartir emociones.

Problemas de interacción recíproca.

Menor frecuencia de intentos de comunicación espontánea.

Menor variedad en el uso de sonidos y palabras producidas.

 

Las diferencias, o las características en las que se ha diferenciado a los niños con RIL y los niños con TEA son:

Los niños con RIL mostraron mayor capacidad para participar en juegos de simulación.

Usan más gestos para comunicarse.

Tienen mayor grado de respuesta al lenguaje escuchado.

Mayor grado de atención conjunta.

Los movimientos repetitivos fueron más característicos de los niños con TEA.

Las vocalizaciones inusuales, son más específicas del TEA.

 

Conclusiones

La identificación temprana y oportuna del Retraso Inicial de Lenguaje puede contribuir a tomar decisiones apropiadas para la intervención de estos niños. Un segundo punto, sería que en muchos casos servirá para identificar que este retraso está asociado a otra condición del neurodesarrollo como el Trastorno del Espectro Autista, quienes se benefician sustancialmente de intervenciones a más temprana edad. Diferenciar estas dos condiciones requiere de personal especializado y en muchas ocasiones de un equipo multidisciplinario, dependiendo la complejidad del caso. Aun cuando el diagnóstico de autismo sea evidente y las pruebas (formales, informales, observaciones, etc.) lo corroboren, la participación del terapeuta de la comunicación humana (fonoaudiólogo, logopeda, terapeuta de lenguaje...) es muy necesaria.

El diagnóstico a edades tempranas, o a cualquier edad, no debe tener otra intención que no sea garantizar el acceso de las personas a los recursos que cada estado o país ofrece para ellos; intervenciones tempranas, programas de capacitación padres, escolarización inicial y otros apoyos.

 

Referencias

Asociación Americana de Psiquiatría. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). 5ta ed. Arlington, VA: Asociación Americana de Psiquiatría.

Autism Europe (2015). Prevalence rate of autism. Recuperado de https://www.autismeurope.org/about-autism/prevalence-rate-of-autism/

Centers for Disease Control and Prevention (2020). Data & Statistics on Autism Spectrum Disorder. Recuperado de https://www.cdc.gov/ncbddd/autism/data.html

Desmarais, C., Sylvestre, A., Meyer, F., Bairati, I., & Rouleau, N. (2010). Three profiles of language abilities in toddlers with an expressive vocabulary delay: Variations on a theme. Journal of Speech, Language, and Hearing Research, 53(3), 699-709.

Fombonne E, Marcin C, Manero A. C., Bruno R. , Díaz C., Villalobos M. S., Ramsay k., y Nealy B. (2016). Prevalence of Autism Spectrum Disorders in Guanajuato, México: The Leon Survey. Journal of Autism & Developmental Disorders, 46 (5), 1669-85.

Paul, R. Chawarska, K. y Volkmar, F. (2008). Differentiating ASD from DLD in Toddlers.Perspect Lang Learn Educ. 1;15:101-111. doi: 10.1044/lle15.3.101.

Reilly, S.  Cook, F.,  Bavin, E., Bretherton, L. Cahir, P. Eadie, P., Gold, L., Mensah, F., Papadopoullos, S., Wake, M. (2018). Cohort Profile: The Early Language in Victoria Study (ELVS), International Journal of Epidemiology, 47 (1), 11–20. https://doi.org/10.1093/ije/dyx079

Wetherby, A. M., Woods, J., Allen, L., Cleary, J., Dickinson, H., y Lord C.. Early Indicators of Autism Spectrum Disorders in the Second Year of Life. Journal of Autism and Devel

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