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No comprender el lenguaje del otro.

Cuando el desarrollo del significado de las palabras se ve alterado porque existe una alteración de esa actividad analítico-sintética cerebral, el proceso de interacción con el medio se produce de una manera retrasada. Las dificultades comienzan a hacerse más evidentes alrededor de los dos años o dos años y medio.

Para entender el concepto emitido por el otro, el niño debe estar capacitado para poder producir las propias conceptualizaciones. Este proceso que es el resultado de la interacción entre el niño y su entorno, requiere de la indemnidad de la actividad de análisis y síntesis que se produce en determinadas zonas de la corteza cerebral.

El aspecto interno del lenguaje guarda relación con el aspecto semántico, y no detiene su desarrollo evolucionando hacia conceptualizaciones cada vez más abstractas, se desarrolla al mismo tiempo que el niño crece.

Cuando el desarrollo del significado de las palabras se ve alterado porque existe una alteración de esa actividad analítico-sintética cerebral, el proceso de interacción con el medio se produce de una manera retrasada.

Las dificultades comienzan a hacerse más evidentes alrededor de los dos años o dos años y medio, cuando el niño demuestra que en ocasiones entiende lo que se le dice, pero esto no es constante.

Si se trata de órdenes el niño las ejecuta por partes, y en ocasiones hay que repetírsela varias veces. Por ejemplo, se observarán diferencias entre la ejecución de la orden simple (" Dame el osito " ) a la ejecución de la orden compleja (" Trae el osito que esta sobre la mesa del comedor "). La respuesta a esta última diferirá con respecto a la primera. En los casos de mucha severidad, los niños no pueden resolver la orden simple.

Su expresión oral puede no presentar dificultades o, por no ser muy notorias, pueden pasar desapercibidas por las personas de su entorno. Habitualmente el niño comienza a introducir en los actos comunicativos palabras inadecuadas al contexto.

En ocasiones no encuentra o no encuentra fácilmente la palabra precisa en el momento en que una situación linguística así se lo exige. Esta pérdida del nombre de las cosas se denomina anomia.

Frente a esta dificultad, el niño puede quedar en silencio durante un lapso determinado como buscando en su bagaje lingüístico la palabra adecuada, o puede intentar denominarla haciendo rodeos lingüísticos alrededor de la palabra sin llegar a nombrarla. Por ejemplo: " lo que se usa cuando llueve para no mojarnos" por paraguas.

Al respecto Juan E. Azcoaga expresa: " ...sus " singularidades" en el lenguaje así como las dificultades de comprensión hacen suponer que pueda estar afectado el pensamiento y que por consiguiente se trate de un débil mental o más bien de una psicosis. Esta impresión se acentúa cuando se intenta el diálogo con el niño, pues entonces es, que las dificultades de comprensión obran como factores de aparente disociación del pensamiento".

Su alteración de predominio radica en el eje semántico del lenguaje.

Luego el niño de más edad no logra hablar de las palabras, es decir no llega o llega con muchas dificultades a establecer definiciones. Si se le pregunta que significa la palabra valiente, obediencia o sorpresa, por ejemplo, no puede de una manera clara expresar objetivamente su significado. En estas circunstancias trata de definir la palabra mediante una serie de recursos, son síntomas para la clínica, por los cuales intenta darle un valor conceptual, pero en definitiva no lo logra.

No se puede soslayar en este punto, las características que evidencian las actuales generaciones en los actos comunicativos con respecto al uso del lenguaje oral, las cuales no constituyen síntomas clínicos, pero si conforman síntomas sociales. Al respecto Antonio Viñao afirma: "...Este es el "analfabetismo secundario", de memoria atrofiada, atención dispersa y fugaz, desinterés formado por una sobreinformación trivial, consumidor cualificado e incapaz, añadiríamos de hilvanar un discurso oral mínimamente prolongado, ameno, correcto y preciso, es decir completo y significativo...".

Sin duda, es tarea del terapeuta no desconocer estas particularidades generacionales, en el momento de evaluar un cuadro de dificultades lingüísticas, e incluirlas en el análisis contextual que derivará en las conclusiones diagnósticas.

En la patología la alteración se va agravando en la medida en que el desarrollo del significado en crecimiento se entorpece, y limita su evolución.

Pensemos esta dificultad del lenguaje en las relaciones niño-escuela, niño-maestro, niño-compañeros; el entorpecimiento que produce en estas vinculaciones es muy grande.

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